Una tarde lo intentó
En una oficina se encerró
Y juró y rejuró no volver jamás.
Detrás de una pantalla,
Bajo un monte de leyes se sepultó
Y pasaron los días y nadie supo más de él
Y se le creyó muerto y se le olvidó
Nadie en el pueblo de él habló
Pasó el tiempo y en su sepulcro a oxidarse comenzó
Pero una tarde el viento sopló
Y los papeles arrastró
Dejando su cuerpo desnudo ante el sol
Y una lluvia musical del cielo descendió
Y su alma, bañada en ese elixir celestial
Comenzó de nuevo a palpitar
Reconoció entonces nuestro héroe su error
Y revivió en él el recuerdo de su amada
Supo entonces que no la quería abandonar
Y con la determinación que no tuvo jamás
Extendió su mano y su lápiz comenzó a afilar…
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