Y la vi bailar
y ella bailó para mi.
Uno tras el otro,
sus pies sobre el escenario
le hacían el amor a quien mirara atento.
Desde mi lugar yo sonreía,
con esa sonrisa que tienen
los pícaros ante la complicidad
de una amante delirante de pasión.
La escena era suya
y era ella
y sin dudas era bella.
Sus pies volaban un tras el otro
sobre el escenario.
Sus manos reflejaban su fragilidad.
Esas manos que en otras noches me rasgaban,
esa fragilidad a la que en otras noches me aferrara.
Dio un giro y dejó expuesta su espalda.
Aún recuerdo los versos que con mis besos
sobre ella escribí.
El lienzo de su piel
bajo la tenue luz brillaba.
Mientras que su cuerpo
y la música su alma develaban.
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